Las previsiones meteorológicas con la antelación no de una semana sino de toda una estación son uno de los mayores retos al que se enfrenta los meteorólogos, y entraña una dificultad científica considerable por la inestabilidad y no linealidad de que presentan los flujos atmosféricos, principalmente en las latitudes medias.
En un nuevo estudio dado a conocer en la revistaNature Climate Change, científicos europeos han encontrado el modo de realizar previsiones estacionales fiables que les pueden permitir prepararse frente a condiciones climáticas adversas en los sectores de la agricultura, la salud y otros.
En concreto, científicos de Francia y Suiza coordinados por el Laboratoire des Sciences du Climat et de l'Environnement (LSCE) y el Instituto Federal de Tecnología de Zúrich (ETH-Zúrich), observaron que, después de un invierno y una primavera lluviosos en la Europa meridional, rara vez se registra un verano caluroso. En cambio, también observaron que las estaciones secas suelen ir seguidas de veranos bien bastante calurosos o bien fríos. Ello significa que la predictibilidad del calor estival es asimétrica y que las proyecciones climáticas apuntan a que la Europa meridional es cada vez más seca. Los resultados obtenidos indican que dicha asimetría debería favorecer la formación de más olas de calor en verano con una predictibilidad estacional modificada a partir de las precipitaciones invernales y primaverales.
Según destacan los autores, en la última década Europa ha vivido varias olas de calor inusitadas en verano, con importantes repercusiones en la sociedad. Así, la ola de calor de 2003 convirtió aquel verano en el más caluroso registrado desde 1540 y provocó una grave crisis sanitaria y cuantiosas pérdidas de cultivos. Pero aún más sorprendidos quedaron los meteorólogos unos pocos años después cuando, en 2010, otra ola de calor marcó un nuevo récord. Durante aquel verano, la media de temperaturas máximas calculada en periodos de 7 días superó la media correspondiente para el periodo 1871-2010 en 13,3 grados centígrados. Los autores afirman que esos veranos extremos podrían considerarse representativos de los veranos que traerá consigo el calentamiento del clima.
El equipo del estudio referido analizó los registros de precipitaciones y temperaturas recogidos en doscientas estaciones meteorológicas de Europa a lo largo de más de sesenta años. A partir de esos datos llegaron a la conclusión de que una pluviosidad elevada en invierno y primavera previene la incidencia de días muy calurosos durante el posterior verano, mientras que una pluviosidad baja o normal puede dar lugar bien a un número muy elevado, bien a un número muy bajo de días con temperaturas agobiantes.
Tras meses secos, existiendo condiciones anticiclónicas, se transmite a la atmósfera una intensa energía solar a través de flujos de calor, agudizando así las sequías y el calor a modo de círculo vicioso. En cambio, tras meses lluviosos, la mayor parte de la energía solar se consume en la evapotranspiración, limitando así la amplificación del calor.
Fuente: www.muyinteresante.es