miércoles, 30 de mayo de 2012

Los que llegaron a la tierra prometida


Un libro de Moreno Lara aporta 72 testimonios de personajes que se asentaron en Benidorm entre 1950 y 1975 y prosperaron con la transformación turística
Fuente: www.diarioinformacion.com
Foto: www.diarioinformacion.com
ARTURO RUIZ La historia oficial es conocida. A principios de los años 50 del siglo XX, el alcalde de Benidorm Pedro Zaragoza y los suyos se metieron en un despacho, imaginaron una ciudad donde tan sólo había un pueblo y de ahí nacieron el famoso PGOU de 1956, el sky line, los bikinis, la revolución turística, el crisol multicultural y todo lo demás. Pero, ¿quienes hicieron posible con el trabajo de sus manos o sus negocios aquella transformación de vértigo? ¿Quienes llegaron en aquellos años en blanco y negro a una localidad que de pronto se convirtió en la tierra prometida? Ponerle un rostro a aquellas gentes ha sido el propósito del periodista Xavier Moreno Lara en su libro "Benidorm 1950-75. 72 relatos autobiográficos", que repasa las anécdotas y los anhelos de 72 de esos personajes del comercio, la hostelería, el ocio, los servicios o la restauración que vinieron a una tierra ajena para prosperar y convertirla en tierra propia. Su contribución al futuro de la capital turística fue fundamental: "fueron una adquisición para la eternidad", señala el propio Moreno Lara en su prólogo, haciéndose eco de una cita de Tucídides en su "Guerra del Peloponeso".
En realidad, Moreno Lara plantea que esos fueron los años fundacionales del municipio; que es cuando Benidorm experimenta su "repoblación", hasta el punto de que el periodista considera que el Plan General de 1956 -el que lo alumbró todo- puede considerarse la "carta pobla" de la localidad, toda vez que la que recibió cuando tocaba -es decir, en el siglo XIV, como todo el mundo- no tuvo demasiado éxito: a diferencia de tantos otros municipios, a Benidorm le costó siglos florecer. Ahora bien, cuando por fin lo logró obtuvo dividendos inimaginables. En 1960, Martínez Alejos lo resumió muy bien: "el pueblo más pobre de la provincia va a ocupar un lugar preferente entre los de mayor riqueza".
Esos 72 testimonios plagados de anécdotas -protagonizados por personas o familias que hoy todo el mundo conoce en Benidorm- desgranan pues toda una época, el sabor de una época: el escándalo de los bikinis -con unas "disposiciones sobre moralidad" que impedían el uso de la prenda fuera de las playas y que pronto serían incumplidas- los primeros souvenirs", los años en que sólo se abría en verano -hasta que en 1965 llegó el famoso slogan de "El sol pasa el invierno en Benidorm"-, las fruterías hechas de madera y cañizo que se convirtieron en supermercados, cierto clima de libertad en contacto con los extranjeros -que abrieron un futuro impensable para una sociedad entonces tan reprimida-, el germen de los partidos democráticos, los primeros folletos turísticos, la batalla contra la escasez de agua, las crónicas periodísticas de un "Benidorm lleno" gracias a sus 40.000 turistas en agosto de 1960, los "metres" de hoteles de lujo que otorgaron un salto de calidad a la gastronomía autóctona, las fiestas desenfadas de los 70, los primeros pianos-bar, los concursos de mises o las primeras discotecas.
Aunque el propio periodista añade que las fechas elegidas no obedecen a un rigor histórico en exceso, sí que son simbólicas: desde 1950 -año de inicio de las quimeras que Zaragoza proyectó primero sobre plano y después junto a las playas casi vírgenes de aquel pueblo de marinos mercantes y pescadores- hasta 1975, cuando muere Franco en la década en que la construcción masiva de hoteles y la apertura del aeropuerto de El Altet cambiaron el escenario. En los 25 años sobre los que el libro fija su mirada, se consolida una explosión poblacional -sólo entre 1945 y 1954 Benidorm multiplicó por dos su censo- que Moreno Lara califica como un movimiento demográfico "plural en su origen" y en sus intenciones: a la tierra prometida accedieron desde jóvenes que emprendían una aventura individual hasta familias con el "ánimo de mejorar"; desde pequeños empresarios que ya habían ensayado sus negocios con éxito en otros parajes hasta quienes vinieron a buscarse la vida desde el principio, "comenzando en Benidorm su trayectoria humana y profesional".
La verdadera "carta pobla"
La obra destaca el hecho de que a diferencia del traumatismo que marcó otras inmigraciones durante el franquismo a provincias industrializadas o al extranjero -y que provocó bolsas de marginación y actitudes despectivas hacia los recién llegados-, la de Benidorm no fue en ningún caso una inmigración en "masa". Muchos de los recién llegados se convirtieron en protagonistas y así lo demuestran las 72 historias escogidas que son antes que nada "historias singulares" que unidas componen todo un fresco social.
Moral y sol en invierno                                                                                                                     Esos 72 testimonios plagados de anécdotas -protagonizados por personas o familias que hoy todo el mundo conoce en Benidorm- desgranan pues toda una época, el sabor de una época: el escándalo de los bikinis -con unas "disposiciones sobre moralidad" que impedían el uso de la prenda fuera de las playas y que pronto serían incumplidas- los primeros souvenirs", los años en que sólo se abría en verano -hasta que en 1965 llegó el famoso slogan de "El sol pasa el invierno en Benidorm"-, las fruterías hechas de madera y cañizo que se convirtieron en supermercados, cierto clima de libertad en contacto con los extranjeros -que abrieron un futuro impensable para una sociedad entonces tan reprimida-, el germen de los partidos democráticos, los primeros folletos turísticos, la batalla contra la escasez de agua, las crónicas periodísticas de un "Benidorm lleno" gracias a sus 40.000 turistas en agosto de 1960, los "metres" de hoteles de lujo que otorgaron un salto de calidad a la gastronomía autóctona, las fiestas desenfadas de los 70, los primeros pianos-bar, los concursos de mises o las primeras discotecas.