“Cuenta la leyenda que en tiempos remotos, vivía en la sierra un
gigante llamado Roldán. Era el dueño y señor de aquellos solitarios
parajes que recorría libremente. A pesar de todo Roldan parecía
taciturno, casi triste.
Una tarde, Roldán se dirigía presuroso a calmar su sed. Mas, al llegar, se vio sorprendido por algo inaudito.
Un bulto se movía por allí. Rápidamente preparó su honda. Avanzó con cautela y de pronto, se quedó parado ¿Qué era aquello tan maravilloso que ante sí tenía?. "Aquello" era una jovencita tan bella como lo son todas las heroínas de leyendas. Al percibir la presencia del intruso se volvió rápidamente. Sus ojos, de un azul profundo, le miraron con curiosidad pero sin temor y le ofreció agua en el cuenco de sus blancas manos. El hombretón, comprendió el ademán y con infinitas precauciones se acercó a beber.
Desde este instante ya no se separaron. Roldán la condujo a su cabaña donde eran muy felices pero la dicha duró muy poco tiempo. Un día en que Roldán volvía a su cabaña contento y confiado, le salió al encuentro un extraño ser del que se desprendía algo siniestro y maléfico.
- ¿Quién eres? - pudo balbucir apenas. La sombra con voz helada, en la que no obstante se adivinaba un fondo de piedad, dijo:
- Corre si quieres encontrar viva a tu compañera pues cuando muera el día acabará también su vida. Cuando el último rayo de sol abandone tu cabaña, morirá.
Roldán partió veloz hacia su cabaña. La joven estaba muriéndose. De sus ojos, sin que él se diera cuenta, brotaban abundantes lágrimas. ¡Por primera vez lloraba el gigante Roldán!. La jovencita oprimió las manos amadas como si quisiera asirse a algo que tuviera bastante fuerza para retenerla en este mundo. Su vida se escapaba y apenas si pudo balbucir un adiós casi imperceptible. Entonces sucedió lo extraordinario. El coloso se irguió en toda su extraordinaria estatura y con fiero ademán amenazó al sol. Enloquecido, ciego de dolor, salió volando más que corriendo hacia la cumbre del "Puig Campana" tras cuya ladera iba ocultándose el astro del día. De un furioso puntapié arrancó un enorme pedazo que salió por los aires y fue a caer en el mar. Por aquel hueco siguió penetrando la luz del sol durante unos minutos más. ¡Unos minutos más de vida para su amada!
Una tarde, Roldán se dirigía presuroso a calmar su sed. Mas, al llegar, se vio sorprendido por algo inaudito.
Un bulto se movía por allí. Rápidamente preparó su honda. Avanzó con cautela y de pronto, se quedó parado ¿Qué era aquello tan maravilloso que ante sí tenía?. "Aquello" era una jovencita tan bella como lo son todas las heroínas de leyendas. Al percibir la presencia del intruso se volvió rápidamente. Sus ojos, de un azul profundo, le miraron con curiosidad pero sin temor y le ofreció agua en el cuenco de sus blancas manos. El hombretón, comprendió el ademán y con infinitas precauciones se acercó a beber.
Desde este instante ya no se separaron. Roldán la condujo a su cabaña donde eran muy felices pero la dicha duró muy poco tiempo. Un día en que Roldán volvía a su cabaña contento y confiado, le salió al encuentro un extraño ser del que se desprendía algo siniestro y maléfico.
- ¿Quién eres? - pudo balbucir apenas. La sombra con voz helada, en la que no obstante se adivinaba un fondo de piedad, dijo:
- Corre si quieres encontrar viva a tu compañera pues cuando muera el día acabará también su vida. Cuando el último rayo de sol abandone tu cabaña, morirá.
Roldán partió veloz hacia su cabaña. La joven estaba muriéndose. De sus ojos, sin que él se diera cuenta, brotaban abundantes lágrimas. ¡Por primera vez lloraba el gigante Roldán!. La jovencita oprimió las manos amadas como si quisiera asirse a algo que tuviera bastante fuerza para retenerla en este mundo. Su vida se escapaba y apenas si pudo balbucir un adiós casi imperceptible. Entonces sucedió lo extraordinario. El coloso se irguió en toda su extraordinaria estatura y con fiero ademán amenazó al sol. Enloquecido, ciego de dolor, salió volando más que corriendo hacia la cumbre del "Puig Campana" tras cuya ladera iba ocultándose el astro del día. De un furioso puntapié arrancó un enorme pedazo que salió por los aires y fue a caer en el mar. Por aquel hueco siguió penetrando la luz del sol durante unos minutos más. ¡Unos minutos más de vida para su amada!
Después regresó junto a ella, la sacó de la cabaña huyendo de las
sombras y la llevó hacia el "Tajo" por donde aún se veía alguna
claridad. El sol, entonces, se ocultó por completo. ¡Y la muerte cerró
para siempre aquellos ojos tan bellos!. Con ella en brazos continuó
andando errante bajo las estrellas, La salida de la luna, marcando una
estela luminosa en el mar, atrajo su atención. Hacia allí se dirigió.
Insensible a todo fue avanzando lentamente implorando un milagro a
aquella diosa que ellos adoraban en sus noches felices. Mientras tanto
se iba hundiendo más y más en el agua. Ya le llegaba a la cintura.
Entonces elevó el cuerpo de la muerta sobre su cabeza para que no se
mojara hasta que su marcha se vio detenida por la isla recién nacida.
Vencido por completo, la deposito con infinito cuidado en una concavidad
del islote. No quiso regresar. ¿Cómo iba a dejarla tan sola y tan
indefensa? Se abrazó a ella para seguirla amparando y protegiendo por
toda la eternidad.”